miércoles, 31 de mayo de 2017

Luis, Jefe de Taller

 
Catorce años acudiendo al mismo concesionario con el mismo coche: revisiones semestrales, anuales, mantenimiento, averías y demás labores.  Sigue siendo igual de bonito que el primer día e igual de amplio, cómodo y seguro.  Por muchos motivos que no vienen al caso, me mola mi coche.
 
El proceso era sencillo, una llamada de teléfono a Luis, concretar las labores a realizar, presupuesto verbal aproximado durante la conversación y acudir al concesionario cuando mejor nos viniese a Luis y a mi.
 
- Hola Luis, lo dejo con las llaves, ya me dirás.-desde lejos y sin parar de caminar.
- Te llamo cuando esté listo y te digo lo que tienes que pagar. -sonrisa cómplice de Luis.
- Chao
- Chao
 
 Generalmente al día siguiente con una llamada de teléfono era suficiente para acercarme y mientras pagaba Luis me acercaba el coche a la puerta.
 
- Le hemos hecho esto, y esto y esto, vigila tal cosa y ante cualquier problema te vienes.
- Gracias Luis, me voy.
- Adios.
- Adios.
 
Estas son las conversaciones tipo que hemos mantenido durante catorce años, atención perfecta, precisa, concisa, rápida y eficaz; cada vez que me encuestan telefónicamente acerca de la atención recibida, siempre he querido mencionar la eficacia de Luis.
 
Hace un par de semanas tocaba la revisión anual, ya me extrañó que me atendiese otra persona que no fuese Luis, pero bueno, tras una charla insulsa que no aportaba nada al asunto a tratar acordamos llevar el coche tras cuatro días de demora. <Cuanto trabajo tienen estos>, pensé.
 
Un amigo vino con su vehículo para dejar el mío en el concesionario y salir a toda velocidad a otro asunto.
¡sorpresa!
Un chico de veintipocos, calzado de seguridad limpio, corbata bajo la chaqueta azul de trabajo, guantes de cirujano, gorro de panadero, una sonrisa de oreja a oreja y una tablet entre manos me mira.
 
- Hola -le digo- te dejo el coche con las llaves puestas, ¿no está Luis? Dile que me llame cuando esté, chao que tengo a un amigo esperando fuera.
- Perdone Señor.-poniéndose prácticamente en mi camino impidiendo la escapada.—Luis ya no está.
 
No sé porqué pero cuando me tratan de usted se eriza mi vello, ya sé que me han jodido o me van a joder.
 
- Señor, espere un momento, tengo que registrar la entrada del vehículo.-me dice con voz neutra y sin desdibujar la sonrisa.
 
<Joder, y Chuchi esperándome fuera con la prisa que tiene> pienso.
 
Total que con la escusa de la puñetera recepción me hace un interrogatorio en tercer grado, "para verificar los datos", le hace una decena de fotografías al coche, anota kms, cantidad de combustible, estado de las luces, del freno de mano, revisa espejos...
Tras cinco minutos de interrogatorio, diez de fotos e informes del estado del vehículo, otros cinco preguntándome tontadas sobre la satisfacción de mi vehículo y opciones de cambio posible, pues ya estaba bastante harto.
 
- ¡Chico! Que me voy, que es viejo el coche que me da igual.
- No, no, no, tiene que firmar la ficha de depósito.
- ¡Joder! Que nunca hemos hecho tantas chorradas, que es una simple revisión. ¡Con Luis no hacía falta todo esto!
- Es que Luis no hacía las cosas acorde a los procedimientos. -me dice el puto crío tras catorce años de satisfacción por el buen hacer de Luis, tanto su trato personal como profesional.
 
Pues tras otros cinco minutos de rellenar no sé que más historias, firmo de mala gana me niego a llevarme una copia y me voy maldiciendo la incompetencia del susodicho del gorro.
 
Pues no acaba la cosa aquí, a los dos días recibo un impersonal mensaje de whatsapp con el importe para que pase a retirarlo.  Llego al concesionario y le veo de nuevo (espero que sea el hijo del dueño y lo hagan jefe con buen sueldo pronto y deje de molestar ) con sus guantes, su gorro, sus zapatos de seguridad por si se le cae la tablet para que no le rompa una uña, corbata y cuatro vehículos esperando que les haga la ficha de recepción. Las caras de los allí presentes eran un poema.
¡Socorro, otra vez no!
Me dirijo a la oficina para ir pagando, saco la tarjeta y miro a Alfredo, el contable del concesionario al que llevo catorce años pagándole religiosamente cada visita.
 
- Buenas tardes, por favor cóbrame que esto pinta feo.- mirando al taller, al de los guantes y a la fila que tenía esperándole.
Alfredo, en silencio, con ese silencio que sólo los contables saben mantener en las conversaciones, me cobra y me dice:
- Ya te acerco el coche yo a la entrada, espero que no me digan nada; es que últimamente nos están cambiando algunas cosas y han prescindido de algunos compañeros.
 
Me hacen perder cinco veces más de mi tiempo, aumenta el precio (exactamente un 10%), me preguntan chorradas para que conteste tonterías, se dirigen a mi por whatsapp, ¡a mis años! y el coche me lo entrega el contable haciéndome un favor jugándose una reprimenda sino algo peor.
 
Salgo de allí enfadado conmigo mismo por no entender ni asimilar, recordando aquello de que el ser humano hace complicado lo fácil, pensando que han quitado a Luis y ahora les harán faltan tres Luis para hacer el trabajo y que cobrarán un tercio que Luis, que a mí me resultará más caro. Y lo peor de todo, es la primera vez en catorce años que no me llaman para la encuesta de satisfacción al cliente, con las ganas que tengo de poner a parir al Procedimiento, al chico de los guantes, al concesionario y al Mundo.
 
Senior Riojano

No hay comentarios:

Publicar un comentario